Segundo L. Pérez López

La Palabra se hizo carne, y con ella la salvación se hizo poesía y declaración de amor y murmullo de ternura. Por eso mi felicitación, a los voluntarios, hospitaleros y lectores de ACC, comienza tal como sucedió la primera vez que alguien, los anxiños del cielo, se atrevieron a hacerlo entre alegría y temblor: “Os anuncio una gran alegría, no temáis: Os nació un Salvador. Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que Él ama”. Así de sencillo, misterioso y trascendental al mismo tiempo, fue el primer pregón navideño, como un anuncio de una primavera sin fin para el mundo. Y el silencio de aquella noche santa se convirtió en música viva y en sorpresa, en vistazo contagiado de luz y en palabra vestida de ternura. Así fue desde el principio. Jesús se puso ante el mundo con una capacidad de atraer que fascinó a los hombres y mujeres de su tiempo hasta hoy. El anhelo de belleza encontró en él su cumplimiento. El Verbo ( logos) se hizo carne y habitó entre nosotros ( Jn 1,14). Es decir, la razón ( logos) que dio orden a las cosas y al tiempo, la Belleza que se asoma en todas las bellezas, la Bondad que brilla en los gestos más humanos, se hizo carne, como cada uno de nosotros, en la humanidad de Jesús de Nazaret. Hoy vive en la Iglesia. Es esta humanidad nueva, real y atractiva, la que el mundo necesita. Por eso anunciar la Navidad es costumbre establecida ya en la antigua iglesia.

Tenemos testimonios como en la Iglesia de Jerusalén, tal como nos cuenta la gallega Egeria, que en la primera parte del siglo IV acude a la celebración navideña en aquella Iglesia, que era como una representación litúrgica que se iba haciendo en las diversas iglesias de la ciudad. También hay testigos de esta celebración en la Iglesia de Roma, de la cual conservamos el canto del anuncio navideño que llamaban la Kalenda. La Kalenda es la lectura que se hacía de víspera para contar el testimonio de los santos de los que se celebraba la fiesta al día siguiente. De aquí pasó a los monasterios e iglesias de toda Europa a los comienzos de la edad Media. Allí, en la hora de prima del 24 de Navidad, se canta la Kalenda en el oficio litúrgico. Una traducción libre, hecha desde el latín dice, más o menos, de este modo: “Os anunciamos, hermanos, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; escuchadla con corazón gozoso. Habían pasado miles y miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra e hizo al hombre a su imagen y semejanza; y miles y miles de años desde que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, signo de alianza y de paz. Cerca de dos mil años después de que Abrahán, nuestro padre en la fe, dejó su patria; 1.250 años después de que los israelitas, guiados por Moisés, salieran de Egipto; mil años después de la unción de David como rey; en el año 752 de la fundación de Roma; en el año 42 del imperio de Octavio Augusto, mientras sobre toda la tierra reinaba la paz, hace 2018 años, en Belén de Judá, villa humilde de Israel, ocupada entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del eterno Padre y hombre verdadero llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que la humanidad esperaba”.

El desarrollo de la liturgia, que ensambla fe y vida, cuando el latín deja de ser comprendido por el pueblo, la gente expresa su religiosidad con formas de representación dentro de iglesias y catedrales, dando origen a las representaciones sagradas y al teatro. Estos actos para-litúrgicos tienen su origen en la Pasión y la Pascua, y, a imitación de estas, se introdujeron en las misas y celebraciones litúrgicas navideñas, en forma de tropos dialogados que muchos estudiosos consideran como el origen de los dramas litúrgicos navideños denominados Officium Pastorum, cuyo contenido es el anuncio del nacimiento de Cristo hecho por los ángeles a los pastores, y la posterior adoración de éstos delante del pesebre, siguiendo el evangelio de Lucas 2, 7-20. La celebración navideña está presente en la iglesia de Oriente y de Occidente, pero el Oriente lo hizo con más lujo, y el Occidente con la máxima humildad. Viene siendo un mismo fondo, que con diversas formas y conceptos llevaron a crear el tradicional Belén de Navidad al representar lo más esencial de la Liturgia en estos actos.

Los Evangelios Canónicos de la Infancia, los Evangelios Apócrifos y, especialmente, el evangelio del pseudo Tomás tratan los misterios de la infancia de Jesús y de allí están tomadas las escenas que vemos representadas en nuestros belenes de hoy en día. Luego será Tertuliano, en el siglo III, quien introduce algunas precisiones: así, por ejemplo, cambió el nombre de Magos por el de Reis, y en el siglo IV el Papa San León Magno fue el que decidió fijar que fueran tres Reyes y uno de ellos negro, pues en los comienzos del cristianismo sólo se representaba el misterio con dos Magos. Pero sería en el siglo XII cuando, al buscar una aplicación catequética, la Iglesia implantó la mayoría de las iconografías de Cristo y su simbolismo. En el que alcanza al Misterio navideño, presentan a los tres Reyes Magos como símbolo de los Continentes de Asia, Europa y África. De ahí que Baltasar sea de raza negra y el portador de la mirra, que simboliza la presencia real de Jesús y su Naturaleza Humana. El oro simboliza su “estatus” Real; y el incienso, su Honor y Gloria. Esto se debió la un cambio dirigido por la Iglesia con el afán de universalizar el cristianismo y presentar a Jesús en todos los continentes y razas. Representados desde finales del siglo XI o comienzos del XII en el oficio de Maitines del día de Navidad, co neste matiz se conocen algunas piezas procedentes de las catedrales de Rouen, Padua y Clermont- Ferrand. El diálogo entre el ángel y los pastores se cantó también en forma dramatizada en el oficio litúrgico de Laudes, que se celebraba entre la primera y segunda misa del día de Navidad, en que dos grupos de cantores interpretaban antífonas de estructura dialogada, que se repetían a lo largo de la primera parte del oficio.

Estos cantos litúrgicos, que se llevan al teatro, están bien documentados en Francia y España, donde tuvieron amplia pervivencia, dando lugar a espectáculos populares de la Adoración de los Pastores dentro de los templos, como acontece en las catedrales de León y Toledo o en Montserrat, donde en el siglo XIV se seguía denominando a la ceremonia Officium Pastorum. Es desde aquí desde donde tenemos que comprender el éxito del misterio del Belén, que inició san Francisco de Asís en la villa de Greccio y que perduró hasta nosotros. De finales del siglo XIV y, sobre todo, del siglo XV, tenemos también noticias de representaciones en lengua vernácula celebrada ya fuera de las iglesias, en que se ponían en escena temas navideños (Nacimiento, Pastores y Magos) bien como piezas aisladas o formando parte de los grandes Misterios de la vida de Jesús.

Siguiendo esta tradición, la Navidad es una buena noticia para los forjadores de sueños, para los que creemos que tras la noche incierta siempre hay un amanecer que contemplar, mientras el sol inunda de esperanza nuestra razón de ser. La alegría de poder sembrar cada mañana de soles nuevos, de racimos de nubes, y en las alas del viento navegar a un nuevo horizonte donde cabe un mundo mejor. No hay Navidad se nos quedamos sólo con la celebración de una liturgia o de una fiesta familiar o de otro tipo, sin tener presentes a los hombres y mujeres que sufren, luchan y mueren. El estar con los empobrecidos y los excluidos es la clave para vivir con lucidez y encontrar el sentido de la vida que nace en la Navidad. Quién es sensible al llanto de los pobres, muestra que lo humano anida en su fondo personal, que la solidaridad primera no murió en él. Para ir encontrando el verdadero sentido de la vida, hay que lanzarse a hacer de los intereses de los otros nuestros propios intereses. De esta manera la Navidad será una vivencia y no sólo un recuerdo. A lo largo de la vida tenemos que irnos identificando con la mirada de los vencidos, en la que alumbra el corazón de Dios.

Sin duda, amigos peregrinos, esto es lo que realmente podéis gustar en estos días de camino hacia el sepulcro de Santiago el Mayor.

 

Segundo L. Pérez López

Delegado de Peregrinaciones del Cabildo  de la

SAMI Catedral de Santiago

 

 

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies